-Rosi, tráeme, si no te importa, una barra de pan de centeno, poco
hecha, cuando vayas a comprar.
-Dime en qué dimensión estás y te lo llevo en cuanto vuelva de
llenar el carro a medias que será en cuarto de hora o menos.
-Sigue el sonido de la cadena que arrastro y al final de la
situación, cuando asome el pico de la sábana blanca de cola, me encontrarás.
-Eso está hecho, amigo.
-Antes de comer te espero para echar una partidita de ajedrez que
el caballo me ha salido con ganas de saltar de una casilla a otra.
-Ahí estaré o enviaré a mi clon que juega mejor que yo.
-Como prefieras. Cuando vengas, o venga, te pago el pan con un susto y te
invito, amiga, a alguna miga integral, como aperitivo caótico.
-Gracias por tu generosidad, Inmediato, no entiendo porqué no te
han hecho santo de ídem y te vas a quedar para vestir otros ídem y a pasear
como una cortina vieja, por mi casa, para toda la eternidad.
-Ya ves… cosas de la inquietud fluorescente, reverberante e
intermitente.
Ángeles Córdoba Tordesillas©